jueves, 15 de abril de 2010

Complicidad en el Auditorio


En una entrega total del público a su cantante y del artista a sus fieles seguidores, el concierto de Joaquín Sabina se desarrolló entre gritos, aplausos y el canto en conjunto del coro de gargantas de Sabina con su grupo y las 10 mil personas que asistieron el miércoles 14 de abril al Auditorio Nacional.

Iniciando el concierto con su nuevo éxito Tiramisú de limón de su disco Vinagre y Rosas Sabina demostró su gran talento como cantautor sino que pudo revivir la magia de escuchar a su público entonar a coro la melodía.

Así, ataviado con su típico bombín, un saco de frac, pantalones morados y estrenando un paliacate que le regaló la hija José Alfredo Jiménez, Sabina estremeció el escenario con una selección de canciones de su amplio repertorio.

Acompañado por sus eternos amigos, Panchito Varona y Antonio García de Diego, por el cantante y guitarrista Jaime Asúa y presentando por primera vez en México a la corista Marita Barros, Joaquín Sabina despertó todo tipo de emociones no sólo por la grandiosa interpretación de sus canciones sino por su remembranza de los encuentros que se remontan ya a más de dos décadas y la complicidad que se ha creado con la “chilanguiza” que fielmente ha seguido sus pasos compartiendo con cada canción el juego de la vida.

El público, ávido de aprovechar la presencia, el carisma, la energía y el cariño de Sabina, no se conformó con escuchar y entonar canciones tales como Ganas de..., Medias negras y 19 días y 500 noches y casi otros 30 temas, sino que pidiendo a coro un “encoré” obligaron a al cantante a regresar a escena una vez más y deslumbrarlos con los temas Por el boulevard de los sueños rotos, Y nos dieron las diez y Noche de bodas, sin faltar por supuesto Calle melancolía.

Finalmente, con una mirada nostálgica y una sonrisa de satisfacción por la velada, Joaquín Sabina se despidió de su público con la esperanza de un próximo encuentro.

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